Soledad Román

Sole_acuarela

Me dieron por muerta cuando nací. El médico, para ser exactos. Menos mal que la comadrona siguió su instinto y decidió que una buena tunda de palos en mi pequeño trasero me traería a la vida. Me lo contó infinidad de veces mi madre, que estaba medio muerta en su cama, sin fuerzas para enfrentarse al médico. No sé si el comienzo de nuestra vida nos marca, oscilo entre el sí y el no, pero a veces creo que fue un spoiler de ella.

En los siguientes cinco años viví en tres ciudades, y a los dieciocho decidí que no me convencía la vida que me estaban organizando mis padres, así que me casé en contra de su voluntad y huí a Barcelona, sin ser consciente de que, pese a mi rebeldía, estaba enterrando mis sueños.

Necesité treinta años para confesarme que deseaba ser escritora más que empresaria o directiva, así que simultaneé mi aprendizaje con la misma determinación con que años atrás compaginé estudios, trabajo y maternidad. No desfallecí pese a que mi hijo me advirtió que necesitaría diez mil horas para conseguir la excelencia y yo ya no era joven.
Diez años más tarde, con mi primera novela publicada y algunos relatos acabados, comprendí que la excelencia, si existe, no consiste en escribir bien, sino en conectar con nuestro corazón, y entregarle las riendas para que nos guíe por el teclado. Es entonces cuando fluye la verdadera escritura, la que nos transforma, y yo, en La Voz Interior, acompañada por Isa, Bea, Mer y Cris sé que me encuentro en el mejor lugar posible para llegar al corazón de mis lectores.

Por cierto, soy la mayor de todas, y además de escritora, tengo un gran compañero, soy una madre orgullosa, y una abuela feliz de tres nietos que llenan mi vida de risas, llantos y preguntas, algunas, como las que yo me hago ante esta nueva y hermosa etapa de mi vida.